jueves, enero 05, 2012

2011

Parece curioso, aunque desde mi punto de vista, siempre a contra-corriente, perfectamente adecuado, que mi primera entrada de 2012 se titule 2011 (Mis reflexiones sobre la ciudad de Madrid podrán esperar). Y es que al final de cada año es inevitable hacer balance, y yo, a contra-corriente, pues lo he hecho al comenzar el nuevo.

Y qué fue de 2011? Un año de desilusiones, pero de esperanzas, un año de disgustos, pero de alegrías, un año sufrido, pero vivido. Y es que no hay nada peor que regodearse en la cómoda inactividad, en el "virgencita virgencita, que me quede como estoy", en el inmovilismo. Por eso me indigné y salí a la calle a decir que dejaran de tomarnos el pelo, por eso luché por el amor, hasta que el cuerpo dijo basta y el corazón dañado falló. Un año en el que en tiempos de crisis conseguí dinero, para trabajar y dar trabajo, y dí trabajo. Un año de arreglos  (para nada estéticos) del cuerpo propio, y de arreglos y desarreglos de mente y alma. Año, como digo, de disgustos, pero de alegrías, de dar y darme oportunidades, y de estrellarme contra paredes (porqué lo hacemos todo tan complicado cuando es sencillísimo). En definitiva, un año VIVIDO. A veces las cosas no salen como uno desea, o los deseos no van en consonancia con las acciones, pero como decían los payasos de la tele: Lo importante no es ganar, lo importante es participar... y divertirse. Y como dicen los libros de autoayuda (autoayuda para quien los escribe, que buenos beneficios sacan): Lo que no te mata te hace más fuerte, o, como prefiero decir yo (tragaldabas que es uno): Lo que no mata engorda.

Aun así, las lecciones (de vida) no acaban de asentarse (masoca? cabezota? tontoelhaba?), y los trenes, con sus cargas de disgustos y desengaños, pero también de buenos momentos y esperanzas, no acaban de salir de la estación, por más que el guardavías haga sonar el silbato. En cualquier caso, lo mejor que puedo decir de 2011 es que pasó.

Será cuestión de seguir viviendo en 2012..., a pesar de lo que digan algunos que dijeran los Mayas. Y si llegara el caso (como leí una vez en un libro) emularé a los indios americanos, y diré cada mañana al levantarme: "hoy es un gran día para morir".


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