miércoles, marzo 24, 2010

PUBLICIDAD

"...Y en el intermedio de la publicidad veremos el programa...".

Es increible el bombardeo publicitario, tan exageradamente abundante y frecuente que ya ahoga, agobia. Uno ya casi se niega a comprar cosas, por mucho que las necesite, sólo por lo pesados que se llegan a poner los respectivos anunciantes. En televisión es infumable. Ayer, una serie programada para las 22:15, comenzó a las 22:39!!!, y los anuncios venían desde las 22:10. Impresionante. Y no voy a hablar en esta ocasión de la calidad de los anuncios o de los valores que transmiten, que eso da para libros de psicología. En esta entrada voy a hablar y hablo de la inundación de publicidad a la que nos vemos sometidos.

Cada vez que uno abre la página web de un diario, ahí está: "compre...", "suscríbase...", "visite...". Personalmente, y a riesgo de parecer exagerado, esto me parece una vulneración de mis derechos, una violación de mi capacidad de decisión. Si por ejemplo decido abrir la web de ElMundo (cada vez en menos ocasiones debido al tema en cuestión), ¿por qué narices se abre una página de "Forraphone", aunque sea por unos segundos, si yo no lo deseo?. Muchas veces juego a tratar de no ver qué es lo que el pop-up o la pantalla me anuncia, centrándome en una esquina de la pantalla, desenfocando la vista o con artimañas similares; como el niño que se tapa los oídos y entona un "nananana" sonoro cuando no quiere oír lo que le estás diciendo. Pero maldita sea, ahí viene un logo, un dibujo, un ¡color! de pantalla que, por la inundación abusiva de publicidad a la que nos vemos sometidos, mi mente ya asocia a una marca, y ya he perdido la batalla, ya me han obligado a ver algo no deseado.

Por radio, lo mismo, ayer me sorprendí regresando a casa del trabajo escuchando exclusivamente anuncios a lo largo de todo el trayecto.

La publicidad nos inunda, no abduce mediante mensajes subliminales, nos condiciona, nos manipula... hasta que digamos basta. A mí ya me molesta, ni siquiera encuentro originales los anuncios, y los que son, dejan de serlo por agotamiento.

Hace poco, en unas elecciones menores, una amiga votó a un candidato porque el otro había inundado su correo, su cuenta de facebook, tuenti, etc..., con mensajes propagandísticos. Y el efecto deseado se truncó por la asfixia a la que mi amiga se vio sometida.

Yo sigo tapándome las orejas y los ojos y entonando el "nananana", pero lo próximo ya será que me aten las manos y me obliguen a verlo.

La publicidad es lo que da de comer a los medios, dicen... Pero si por la publicidad el medio deja de ser popular, el pez se muerde su cola, la serpiente se come a sí misma.

Con los años uno se hace menos radical, o mejor, racionaliza su radicalismo, así que no diré que NO a la publicidad, pero sí vuelvo a abogar por encontrar el término medio, ese en el que siempre se encuentra la virtud.