lunes, febrero 25, 2008

MARÍA II

María (Capítulo II)

Tres años después María convivía con un hombre apenas un año más joven que ella. Vientre plano, cortas patillas, tez morena, afectuoso, cuidado, cuidadoso. María era feliz, o más bien, tenía dosis de felicidad suficientes. Apenas llevaban un mes juntos, pero la ilusión crecía en ella.
Un buen día le oyó entrar mientras ella estaba en la cocina, delantal puesto, cocinando una suculenta cena. Oyó que algo hacía, oyó cómo encendía la televisión.
María salió de la cocina secándose las manos con un trapo y observó el siguiente panorama: su pareja yacía despanzurrado en el sofá, con los zapatos embarrados fuera de sus pies pintando de tonos marrón-barro y gris-acera-sucia la alfombra del salón. Y en el televisor un partido de fútbol.

El hombre saludó con la mano, como indiferente, ni se levantó a darle un beso.
María no esperó, salió disparada hacia su dormitorio, abrió la maleta y apretó dentro de ella compulsivamente sus pertenencias. Esta vez tuvo especial cuidado con las medias.
El hombre la llamó, la invitó a ver la televisión junto a él. Pero María ya cerraba su maleta. Ya volvería a por las cosas que se dejaba, o mandaría a alguien.

El hombre la vio pasar como un rayo por el comedor, se levantó de un salto, la siguió pidiendo explicaciones, suplicando, detuvo la puerta antes de que se cerrara de enorme portazo, la llamó cuando María bajaba por las escalera. En la alfombrilla de "Bienvenido" se dio cuenta de que no llevaba zapatos. Regresó, se los calzó a todo correr y bajó las escaleras de tres en tres escalones, llegó al portal, salió a la calle, pero ni rastro de María. Durante dos minutos dejó que la lluvia cayera sobre su cabeza mientras oteaba la calle de un extremo al otro..., seguramente habría tomado un taxi.

El hombre subió pesadamente las escaleras, conocía la historia de Don Carlos, entró en la casa, se dejó caer en el sofá del salón... Tras unos segundos quieto metió la mano debajo del cojín y sacó un estuche, lo abrió y contempló triste el anillo que contenía. La luz de la lámpara se reflejaba en el enorme pedrusco. Una lágrima surcó la mejilla del desgraciado hombre en el sofá.

La experiencia no lo es todo, la información es necesaria, y la calma...

J. Tomás (1/12/2004)

domingo, febrero 24, 2008

MARÍA I

María (capítulo I):

Don Carlos se extendía despanzurrado por el tresillo estampado, su camiseta de tirantes sudada, por debajo de la cual asomaba su peludo ombligo abriéndose paso entre dos michelines, su pantalón de pijama y sus pantunflas, mirando la final de la Copa Intercontinental.

Entró María, delantal ceñido, trapo de cocina en mano, frente sudorosa...

_Pero Carlos, ¿no te da vergüenza?, todo el día ahí tirado en el sofá!. ¿Por qué no te levantas y haces algo?.

Carlos la miró, brevemente. Luego sus ojos vidriosos volvieron al partido.

_Carlos! _replicó María en tono más alto _reacciona, que al final no vas a caber en el sofá. Ya no salimos, tu barriga crece y crece, mírate. Siempre mirando la tele, hagan lo que hagan...

_Es la final de la Intercontinental _dijo Carlos con tono entre aburrido y condescendiente.

_Me da igual lo que sea _, dijo María_ así no puedes estar, no me prestas atención, no colaboras, sólo ensucias, y lo que es peor, no me haces caso. ¿Cuánto hace que no salimos a cenar fuera?. Eres un...

Don Carlos se levantó con una velocidad insospechada dado su volumen, se puso frente a María, le propinó un bofetón tan fuerte que ella fue a parar al suelo, dónde recibió un par de patadas en el estómago. Luego, Don Carlos volvió al sofá. El Madriz iba a lanzar el primer penalty...

La mañana siguiente, Don Carlos se despertó, se restregó los ojos, expulsó una sonora ventosidad y llamó a María... No hubo respuesta hablada. La obtuvo al ver los armarios abiertos, los cajones revueltos, el estante de las maletas vacío y de la ropa de María sólo una media tirada por el suelo.

María caminaba apresurada hacia la parada de autobús. Aun le dolía la mejilla, sobre ella llevaba la mano, no por el dolor, para recodar...A veces es mejor no despertar a la bestia.

...

PARA EVINCHI (I)

jueves, febrero 14, 2008

SAN COBARDÍN

Muchos San Valentín me perdí en mi adolescencia-juventud, precisamente por ser un devoto de los santos Cobardín y Cortadín. Después vino la época de celebbraciones, pero con la peculiaridad de que mi partenaire no era muy dada a las celebraciones relacionadas con fechas. Luego años de que a San Valentín ni pintado en frescos, que Jehová me pille confesado y me libre de todo mal.
Hoy, ni fú ni fá, ni fí ni FE pero como que a uno se le despierta la vena romántica que siempre ha tenido. Soy de los que sí creo en fechas, más como recordatorio que como obligación, porque muchas veces ponemos el automático y se nos pasan las cosas verdaderamente importantes de la vida.

Hoy va dedicado a todas las enamoradas. Para ellas muchas felicidades en el día de hoy, y mi ramito de violetas.




lunes, febrero 11, 2008

FANTASÍAS ANIMADAS DE AYER Y HOY

Sur de la Isla de Bioko, Guinea Ecuatorial, marzo de 1997.

Camino a solas, de noche, por un camino de bosque que me lleva a la playa de Moaba. ¿Qué hago aquí?. Trato de sacar adelante un proyecto de conservación de tortugas marinas; o lo que es lo mismo, trato de convencer a unas cien personas que viven 6 meses al año del consumo de carne y huevos de tortuga de que dejen de hacerlo. Misión imposible. Mi cabeza divaga, por el cansancio, por el peso de la mochila en la espalda, mochila que lleva unas botas, ropa para unos días, una tienda de campaña, comida, botiquín y un walkman con cintas de cassette grabadas, pirateadas, como se dice ahora. Pienso en la novia que dejé en Valencia, pienso en qué diablos hago aquí, pienso en hacer una buena tesis doctoral.

Unas risas me sacan de mis pensamientos, risas de mujer, de joven mujer, de varias jóvenes mujeres. Destellos plateados se mueven entre los árboles. De fondo se escucha el rumor de las aguas del Moaba llegando al Badamo, tremendo monolito natural, rodeándolo y saliendo al mar. Sudo, pero sudor frío, no como el que empapa mi espalda por la mochila y la caminata. Toda la vida deseando presenciar algo sobrenatural y ahora tienes miedo, ¡serás tonto!. Pero el miedo no es más fuerte que la curiosidad. A pesar de no gustarme el género, algunas películas de “terror” americanas llevo vistas como para saber que correr no sirve de nada en situaciones así, así que me detengo y descargo la mochila. Ya he dicho que era pesada, ¿no?. Caminando lentamente entre los árboles, se me acercan tres hermosas jóvenes de piel plateada. No son las típicas hadas celtas de cara de muñeca, no, en todo caso hadas africanas, como no podría ser de otro modo. Hasta la mitología respeta geografías y sus correspondientes razas, pues sus rasgos son innegablemente africanos, hermosos rasgos africanos, hermosos rostros. Un momento, ¿dije mitología?, ¡pero si las tengo en mis narices!. Como era esperable, apenas llevan ropa, unos trapitos plateados que poco o nada cubren, por su transparencia y por que flotan ligeros desafiando a la ley de la gravedad, no, no sopla el viento. ¡Qué suerte!, se diría, pero eso es porque no vieron sus ojos, sus sonrisas, los planes que deberían esconder aquellas sonrisas que mostraban afilados dientes. Y esos ojos, inyectados en sangre (siempre quise usar este tópico, pero es cierto, lo estaban).


“¿Mamí-Guatá?” balbuceé. Claro que eran ellas, las hadas de los ríos, las que se llevan a los hombres que se bañan de noche. Y yo que pensé que era un cuento de las mujeres locales para tener un momento de tranquilidad e intimidad. “Pero aun no he llegado al río” protesté. La que estaba en el centro respondió en perfecto castellano (también con acento guineano, como era esperable):”cuántos ríos has cruzado”, no, no lo preguntó, lo afirmo, ¡Dios mío!, ¿desde dónde me venían siguiendo?. De ahí se deduce mi estado de alerta, en fin. “¿Y qué queréis?”. No me gustó nada el tono con el que una de ellas, de los grandes senos, respondió: “probarte”, sobre todo porque después se relamió. “Lo siento, tengo novia, ¡je!” dije intentando parecer sereno y forzando una sonrisa. A estas alturas, la primera ya estaba en mi espalda, oliendo mi cuello sudado y diciendo “mmm”. Mi ángel de la guarda, inspiración divina, apareció en el momento justo. “Os propongo algo, ¿os gustan los acertijos?”, dije. “No”, respondió la que hasta ahora había permanecido callada. Tragué saliva, mucha saliva. “Espera”, dijo la primera, la que se había encaprichado de mi cuello, que ya lamía, “ a ver que quiere decir”. “Mirad, os propongo tres acertijos, si falláis uno de ellos seguiré mi camino, cuento con vuestra palabra de honor”. “Y acertando…”. Me preocupó sobremanera que de nuevo no preguntara, sino que afirmara. “Pues yo mismo me echo el aceite y la sal encima” dije de nuevo intentando, sin éxito, parecer confiado. Mi camiseta contenía ya tres litros de sudor, del frío. “Veamos esos acertijo” dijo de nuevo la primera, al parecer la jefa del grupo. La de los senos enormes (sus caderas también lo eran) puso cara de malas pulgas. Parece ser que tenía hambre. La mudita se encogió de hombros y se sentó en el suelo.

Tragué la saliva que ya no me quedaba y comencé: “En una habitación vacía y cerrada hay un hombre ahorcado colgando del techo. No hay nada más que un gran charco de agua en el suelo. ¿Cómo ha hecho el hombre para colgarse?”. La primera sonrió, miró a sus compañeras y las tres comenzaron a reír a carcajadas, incluida la muda. “Este estúpido Blanco nos presenta un acertijo de agua, sin saber que nuestras primas celtas nos han hablado del hielo a menudo”. Maldije a las hadas celtas y su cháchara. “Veamos el segundo”, dijo la de los senos enormes atándose uno de sus velos plateados al cuello a modo de servilleta. Pese a mi situación, la imagen me pareció cómica, lo que me animó con el segundo acertijo: “En una habitación cerrada encontramos un gato, cristales rotos y Marco Antonio y Cleopatra muertos, explicadme cómo han muerto”. De nuevo me preocupó enormemente la sonrisa de la jefa. Les dijo a las otras, pues la de la servilleta en el cuello ponía cara de duda, “¿Os acodáis de la visita que hicimos a nuestras primas del Nilo?”, “mm” dijo la mudita asintiendo (no sé porqué, pero ésta era la que más miedo me daba). “Ese es su acertijo preferido” dijo de nuevo la jefa. Puesto que tal acertijo me encanta, me reservo la solución al mismo. Pero, maldita sea, lo acertaron. ¡Dios mío, la de las caderas enormes parecía babear!. “Vamos, vamos, el tercero” dijo ansiosa. En ese momento mi mente se bloqueo. Apreté los ojos frunciendo el ceño, como si de esa manera fuera a emerger de mi boca el acertijo indescifrable. Repasé todos los conocidos, intenté inventar, todo en milisegundos, pero nada. La jefa se acercó de nuevo a mi cuello sudoroso, lo olisqueó con suavidad, con un ligero ¡sniff, sniff!, lo que hizo que mi corazón batiera a frecuencia de ciclista subiendo la Madelaine.
Y, sin pensarlo, de mi boca salieron precipitadamente las siguientes palabras: “¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?”. ¡Qué estúpido!, pensé, y me vi devorado vivo. Nada pasaba, yo seguía con los ojos apretados. Los abrí y allí estaban las tres, de pie, mirándome con caras de duda, aunque con ceños fruncidos. ¡No, parece que no sabían la respuesta!. No me lo podía creer. “¿La gallina?” preguntó, sí, preguntó, para mi alegría, la más callada. “No estúpida” dijo la jefa “es el típico acertijo sin solución, la gallina tuvo que salir de algún huevo, huevo que puso otra gallina, vamos a comernos a este Blanco, que hay carne para las tres”. “Un momento” dije hablando rápido, “el huevo, la respuesta es el huevo, porque la gallina es una especie que apareció en un momento determinado, a partir de otra u otras aves, luego los cambios que dieron lugar a la gallina, tal y como la conocemos hoy, sucedieron en el huevo, o en los huevos, de otros animales parecidos, pero que no eran gallinas”. La jefa levantó una de sus manos amenazante; hasta ese momento no me había dado cuenta de la longitud de sus uñas, también plateadas. Cerré los ojos y me encogí esperando el golpe. Nada pasó. Los abrí de nuevo y sólo vi las sombras de los árboles. Recogí mi mochila y seguí el camino hacia el río Moaba, esperando que la marea estuviera todavía baja, pues los tiburones que penetran en el río con marea alta no gustan de acertijos y sí de carne humana.

Sudoeste de República Dominicana, marzo de 2007.

Camino a solas, de noche, por la playa de Bahía de las Águilas. ¿Qué hago aquí?. Trato de sacar adelante un proyecto de conservación de tortugas marinas. ¡Vaya!, acabo de tener un dejavué. Recuerdo a las Mamí-Guatá, y recuerdo también que me han contado que hace tres años desapareció un joven estadounidense en esta playa, y recuerdo que en este país también hablan de hadas, las ciguapas, y deseo que ni sean tan cotillas como las celtas ni tan hambrientas como las guineanas. Pero no, me tranquilizo, las de aquí atacan a quienes dañan la naturaleza, y yo estoy protegiendo los recursos naturales. Curioso, en 10 años no había pensado en las Mamí-Guatá.

Pero una sombra se mueve ante mí. Demasiado grande para ser un Rey Congo, especie de garza que se come a las tortuguitas, pero no tan grande como para ser una tortuga laúd. Parece tener forma humana, así que digo la frase que se usa por aquí para llamarse a gritos en el campo:“El hombre”. No hay respuesta, no es un guardaparque, trago saliva. Espero que no sea un pescador armado, o un narco, o varios. Enciendo la linterna y enfoco, no quiero, pero lo hago. ¿Pero por qué lo hago?. Ante mí aparece una bestia, medio hombre medio iguana, con cola incluida y dientes afilados. Por un momento me alivia saber que las iguanas se alimentan de frutas y cactus, pero el medio chivo cimarrón que arrastra la bestia me devuelve a la realidad. En perfecto castellano, pero con acento dominicano, como no podría ser de otro modo, comenta “mmm, mejor hombre que chivo”. ¡Y ahora peso diez kilos más que en 1997!, encojo la barriga y trato de parecer delgado. Aunque rebajado, los 90 kilos no me los quita nadie. “Un momento”, dice de nuevo mi ángel por mi boca, “te propongo un juego, si aciertas los tres acertijos dejo que me comas”. Siendo medio reptil no se me ocurre empezar por el del huevo y la gallina, así que comienzo por: “En una habitación cerrada encontramos un gato, cristales rotos y Marco Antonio y Cleopatra muertos, explícame cómo han muerto”. La bestia duda por unos momentos, moviendo los ojos como si fuera un camaleón, y pregunta “¿En que telenovela salen Marco Antonio y Cleopatra?”. Sonrío.

JT, 2007

(Dedicado a las ruvis)

miércoles, febrero 06, 2008

INACTIVIDAD

No sé cuáles son las razones (sé las mías), pero últimamente noto cierta inactividad en muchos blogs (en casi todos los que suelo visitar).
Mis razones son que mi trabajo me mantiene en estos últimos tiempos montado en aviones casi cada mes, y cuando aterrizo me tengo que poner a escribir en el portátil, escribir, sí, pero cosas un poco más serias que este blog. Las de los otros las ignoro. Pero se me ocurre (por experiencias previas en foros), que uno/a recurre a Internet cuando la desidia le invade, o por aburrimiento, o por desahogo en épocas bajas, coomo buscando un puente que le siga manteniendo en conexión con la vida, con el mundo, algo así como sentirse importante, o escuchado, por una audiencia que vaya más allá de su familia y círculos más cercanos.

En cualquier caso, es éste un entretenimiento más sano y constructivo (en algunos casos) que, como suelo decir, matar malos o introducir palabras de corte sexual el el Google.

Quizá es que uno se da cuenta que internet roba mucho tiempo, quizá es que uno se da cuenta de que, como todo, lo mucho cansa, es más, lo mucho engorda, vicia,..., y daña. Porque el pretender llevar una vida en Internet puede suponer perder porciones de la real, porque cuánto más tiempo se pasa frente a la pantalla menos tiempo se pasa fuera, en la calle, o en casa, pero con la gente.

Así que nada, cada loco con su tema y a escribir única y exclusivamente cuando las musas nos lo ordenen. Si duermen dejémoslas dormir, no se vayan a estresar las pobres.