martes, junio 25, 2013

SIN VELAS Y A LA DERIVA

Seguro que habéis visto películas de piratas, y no hablo de las producciones Disney, me refiero a las películas de Errol Flynn, aquellas donde dos maquetas de barcos sobre una bañera se liaban a cañonazos. Yo imagino así las batallas de la época, en aquellos mares que he tenido ocasión de visitar. Inciso, siguen habiendo piratas por aquellos mares, aunque con con menos clase y barcos más pequeños. Pero volvamos al tema. Dos barcos, uno con bandera pirata, se encuentran en alta mar. A veces, unos utilizaban estrategias de camuflaje, enarbolando una bandera que no era la suya para confundir al enemigo, y cambiándola por la real, la pirata, cuando ya era tarde para las víctimas. Pero no entremos en ese terreno, pues la intención de esta entrada es hablar del barco, de uno u otro, da lo mismo.

Aquellos barcos eran de casco duro, resistente, de buena madera, y las balas de los cañones no eran tan grandes; luego, cuando los barcos se encontraban a distancia suficiente, los cañonazos no iban dirigidos al casco para hundirlo, iban dirigidos al velamen, a los mástiles. Unos pocos cañonazos certeros bastaban para dañar el velamen, pero en aquellas batallas se daba el todo por el todo, y los barcos lanzaban andanada tras andanada, persiguiendo, acosando, quemando toda la pólvora hasta desarbolar, desarmar, al enemigo. Gran estrategia que impedía la huida o cualquier tipo de maniobra defensiva del barco atacado. Una vez desarbolado el barco, sólo quedaba el abordaje, la masacre y recoger el botín.

Pero qué ocurría si los atacados eran bravos y conseguían repeler el abordaje, incluso haciendo huir a los primeros, ¿cómo quedaba su barco?, sin velas, sin mástiles, en alta mar, a merced de olas y oleajes, de calmas chichas desesperantes con ausencia de corrientes benévolas que les llevaran a costa o puerto, frágiles, heridos muchos de ellos, y, si la suerte no acompañaba, hambrientos al cabo de unos pocos días, cuando se terminaran las tortugas de sus bodegas, confiando, esperando, que buenas corrientes los llevaran a tierra firme para buscar árboles con los que reparar sus mástiles y sus velas... y seguir rumbo.

Nada peor que estar herido, sin velas y a la deriva en una calma chicha (cuando no arrecian tormentas), mirando el mar a cada rato para ver si el barco desarbolado es empujado por alguna corriente benigna...

Eso o reparar los botes salvavidas y tirar del barco con cuerdas a base de remo, si las fuerzas acompañan.