domingo, septiembre 19, 2010

CALMA! (EN EL NOMBRE DE DIOS)

Hace un par de días surgió la noticia de que los dueños de una discoteca habían sufrido amenazas de terroristas islámicos por poner de nombre a su negocio "La Meca". Como sí le quieren poner Roma, señores, no me sean ridículos. Comentando la noticia con unos compañeros, contemplaba los posibles puntos de vista: (1) ni unos fanáticos tienen que llevar el tema del respeto a la fé, o las creencias de uno, hasta extremos ridículos (¡qué más da el nombre que se le ponga a un negocio cuando la satindad de los lugares y, especialmente, la del espíritu se deben llevar por y desde dentro!), ni otros debemos demonizar a toda persona que profese la religión islámica (ni ninguna religión diferente a la nuestra) por culpa de aquellos cuatro "jenízaros" o de quienes les inspiran.

El caso es que la reflexión a la que llegué fue el título que he dado a la entrada, la de reclamar un poco de Calma. Hace tiempo vi una tira cómica de El Perich en la que "rezaba": En nombre de Dios, dejad de matar en nombre de Dios. Y esa frase me pareció acertadísima, me pareció de tremendo peso, como losa que arrojar sobre cualquiera que ponga como excusa a Dios para imponer sus ideas, para usar la violencia, el control o pretender los intereses particulares.

El caso es que llegué al hastío. Sí, me he cansado de este mundo, bueno, no del mundo, de los hombres, de un mundo en el que los hombres (y algunas mujeres) juegan a la ley de "El que más pueda para él". Me he cansado de quienes te animan a ser, no competitivo, sino competidor, no ambicioso, sino taimado, no competente sino águila (de negocios), no cuidadoso con uno mismo y su vida, sino egoista. Y si no lo eres, resulta que eres tonto. Es lo que hay, me decían el otro día. Pues no, lo que hay es lo que queremos que haya, lo que dejamos que pase.

Pero estoy pesimista, la espiral desciende, sin freno. No hay remedio, quizá debamos recibir una gran bofetada, quizá debamos pasar penurias, para que los índices de bolsa dejen de tener sentido (y arruinar familias) y que nuestra preocupación principal sea la de buscar qué comer cada día (como lo es de muchas personas en el mundo hoy en día). Vivimos en un estado de bienestar, entre algodones, que no queremos que nos toquen. Y el miedo a perderlo, o no alcanzarlo, es lo que nos hace egoístas (en el peor de los sentidos), taimados, insolidarios, incluso agresivos a veces.

No es que me libre de la quema; pero cuando uno ha pasado semanas, meses, con un vestuario compuesto por tres camisetas, dos pantalones de pijama de cirujano y dos "taparrabos" marca Nike (al menos uno lo era), creo, es más consciente de lo realmente importante en este mundo, de lo que debería llamar nuestra anteción, y, por exclusión, de lo que consideramos importante y ridícula e innecesariamente nos llama la atención. Y así, nos obcecamos en alcanzar la felicidad, definida según los cánones de quienes deciden qué debe ser la felicidad. Y cuando ésta no llega pronto quien llegaes la frustración.

Ayer, de noche y con lágrimas en los ojos, pronuncié la frase de Tagore: "si de noche lloras porque no está el sol...". Y no nos damos cuenta que hay muchas estrellas mucho más brillantes que el sol, lo único es que se encuentran más lejos.

Pero no, nos empeñamos en emular a Josué y para el sol a nuestro antojo; en emular a Ícaro, y, en el intento de alcanzar el sol, se derrite la cera de nuestras alas. Nos empeñamos en llegar, en alcanzar la meta, sin mirar sobre qué o sobre quiénes pisamos. Nos empeñamos en que todos bailen a nuestro son, y el que no lo hace lo hace al son de nuestras balas. Porque "la verdad es nuestra", y si la cuestionas eres tonto, loco o infiel. Me dijo mi madre un día: "En este mundo, TODO se vé como mínimo de dos maneras diferentes". Pretender que la nuestra sea la verdad absoluta sólo hace que definirnos como intransigentes... y perder la razón, la posesión de la verdad.

Todo sería mucho más fácil pensando, si no siempre, al menos de vez en cuando, que a nuestro lado hay gente que puede sufrir las consecuencias de nuestros actos. Pero para ver eso hace falta mucha calma, mucha serenidad, sólo así llegaremos al sol, o a la estrella que elijamos, y quedaremos iluminados.

Para terminar, jugaré un poco a ser poeta que reflexiona sobre la felicidad, desde la calma:
(Que Quevedo, Lope y Neruda me perdonen)

Un hombre casi sabio, un hombre notable,
un hombre amable, un hombre extraño

un trabajador un tanto inconstante
un hombre huraño,
tierno y sensible,
casi humano

un buscador, desde la prisa, desde la calma
un impaciente, un ansioso
que casi gana
casi exitoso, casi feliz

Pero la felicidad no se mide
la felicidad se alcanza
o no se alcanza

JTA

PD I: Hace tiempo escribí un cuento muy ad hoc sobre el tema de la felicidad como meta y el camino para alcanzarla: Villaflores.
PD II: Dedicado a la estrella más brillante...

jueves, septiembre 02, 2010

RETRATO DE UN HOMBRE INMADURO

Como suele decir mi amiga Esther, los libros de autoayuda son, en efecto, de autoayuda para quien los escribe. Y no puedo estar más de acuerdo tras leer unos cuantos de éstos y sacar poco en claro. Pero si por una de aquellas casualidades, o por uno de aquellos títulos, cae en tus manos un libro que merece la pena, hay que darle promoción. Y más si resulta ser un libro novelado y sin pretensiones autoayudescas, que más que tender a ayudar se dedica a ensalzar las miserias humanas, teniendo como resultado profundas reflexiones sobre el yo, sobre la vida y sobre la actitud del primero en/hacia la segunda.

Y en eso que paseando por la feria del libro del presente año, cayó en mis ojos y en mis manos el siguiente libro:

"Retrato de un hombre inmaduro", de Luis Landero.

Ponerme a comentar el libro (que aun no he terminado), acabaría aburriendo al lector. Además, se trata de un libro que yo puedo interpretar y del que puedo comunicar mi interpretación, pero seguro que la tuya al leerlo sería completamente diferente. Así que me limito a poner algunas de las perlas leídas, a saber:

Asi soy yo. Un hombre sin virtudes, un yermo donde no crecen malas hierbas, es cierto, pero tampoco la más humilde flor.

No entiendo ese afán de conocerse a sí mismo y andar hurgando y como hozando en las estancias inmundas de la identidad, a veces incluso con ayuda de profesionales. ¿Qué espera uno encontrar en ese estercolero? ¿Se imagina un epitafio que diga "Aquí yace uno que logró conocerse a sí mismo"? No, a mi lo que me interesa es el mundo, el asistir gratis al espectáculo de los demás.

...gente que vive el hoy y el aquí y para quien el pasado es cosa muerta, fuera de reliquias y souvenirs al uso
[esto último es brillante]. Otros sin embargo viven en un presente que fluye sin cesar del pasado, y cuyas aguas tienen el sabor de las fuentes originarias, y de los tramos por los que pasó, y de las sustancias benéficas o tóxicas que arrastran, de manera que al vivir el hoy, están viviendo algo del ayer, algo que nunca acaba de vivirse del todo.

Y la más brillante frase de todos los tiempos: "A la mierda el yo y sus circunstancias".