miércoles, diciembre 21, 2011

NO INSISTÁIS, NO QUIERO UN TELÉFONO MÓVIL

Me llaman a casa a las 10 de la noche para hacerme una oferta de telefonía, una amable señorita de latinoamérica, a juzgar por su acento. Primero, no son horas; segundo, me está llamando a mi casa para venderme algo. Caramba, antes por lo menos la de Avón llamaba a la puerta. Ahora no, ahora el bombardeo es constante, contínuo, hasta el punto de que cenar mirando anuncios de colonias y perfumes te parece natural, hasta que llega la consciencia... y el exabrupto, hacia el propio televisor, y hacía uno mismo, por dejarse abducir.

Pero no, no es de esto de lo que quiero hablar, o sí, en parte. La entrada viene por lo de su título. Y es que sí, en efecto, soy el último mohicano (creo), last man standing, probablemente la única persona en la Ibérica península sin grillo, cacharro, aparatito, alma de mi vida, aifon, moranegra, gromenauer, o como quiera que llames a tu teléfono móvil. Que casi ya decir teléfono móvil suena anticuado, porque ya no se tienen móviles, ya ni siquiera de esos chiquititos y plateados que se abren como un mejillón, ahora son iphone, blackberry, extraplanos, y ya no son teléfono, son televisión, radio, tocadiscos, cámara de foto, messenger, lavadora, secadora, plancha de pelo, espada láser y no tardará la versión con la aplicación de maquinilla de afeitar. Lejos quedan aquellos primeros móviles que bien podían usarse como armas arrojadizas, los de hoy en día apenas saltarían una pestaña al impactar.

Pues salvo en mi periplo dominicano, en el que por razones laborales, y para mantener al equipo comunicado desde diferentes puntos del país, compré hasta 4 teléfonos, ni desde los tiempos de los primeros móviles, y hasta ahora, mi vida ha dependido de ese, a veces útil a veces impulsor de la inutilidad, aparato electrónico.

Porque sí, cada vez escucho más amenudo la frase: "yo es que sin él no podría vivir", frase que pierde todo su romanticismo cuando descubres que quien la pronuncia se refiere a un aparatito electrónico de 10 centímetros y no al amor de su vida.

Y no, no es que reniegue de la tecnología (para muestra un botón), ni que reniegue de los avances tecnológicos ni de las ventajas o beneficios que la telefonía móvil ha supuesto para el hombre, y la mujer, sea en cuestiones de emergencias, sea en determinados trabajos, sea cuando se te estropea el coche entre Navalcuernillos del pino viejo y Villa botijos de abajo. No, no es el caso, al César lo que es del César. Pero esto es como el fuego, la pólvora y tantos descubrimientos e inventos que nacieron del beneficio y de la necesidad, pero que tan mal se han usado a lo largo de la historia de la humanidad.

Dos ejemplos reales: (1) tres amigos van por la calle, caminando en fila mora, los de los extremos cada uno mirando su teléfono móvil, el de enmedio velando porque sus amigos no choquen con farolas o con señoras mayores que van a la compra mientras piensa: "y ahora con quién hablo yo?". (2) Una pareja de novios espera en sus butacas a que empiece la película en el cine, cada uno mirando su teléfono móvil, en silencio...

Pero ahí no acaba la cosa, ahora llega el WhatsApp (juego de palabras que hace referencia a 'What's up': 'Qué pasa?' y App, de application; a que muchos ni os lo imaginabais?), que en Cornualles será Whasson. Pues bien, parece que hoy en día, si no tienes un móvil para "whatsappear" ni ligas ni eres nadie. Frase textual escuchada entre chicas por la calle: "me voy que voy muy liada, hablamos por whatsapp". Ajá!, liada, pero tendrás tiempo de chatear después, no?. Por qué no te paras y te tomas un tiempo para hablar en vivo y en directo con tu amiga?.

Creo que estos ejemplos demuestran claramente mi postura, y mi creencia, de que los móviles, salvadas sean sus verdaderas ventajas, son un medio de comunicación con el que está al otro lado del aparato, pero un medio de INCOMUNICACIÓN con la persona que tenemos al lado. Y cuantas más "conchitas al huevo" (aplicaciones) tiene el aparatito más distraídos estamos, y menos miramos al que tenemos a nuestro lado, a sus necesidades afectivas, a su estado de ánimo, a su ser.

Siempre digo que tengo varias razones para seguir sin teléfono móvil, y no, ninguna de ellas tiene que ver con ser libre y que no me tengan controlado (aunque a veces viene bien estar deslocalizado para tu jefe); hablo de las guerras del coltán en África central, de la incomunicación, de que el móvil nos hace más despistados, más cómodos, más inútiles, más impacientes, más ansiosos, más desconfiados,... e inconscientes (como los que hablan al volante)...

Pero básicamente, la razón principal, creo yo, es que no quiero que mi vida esté regida por un aparato electrónico que necesite más cuidados y que suponga más gasto que una mascota... o un hijo. No quiero que un aparato me aparte de los demás, de atenderles, aunque a veces por no tenerlo algunos se aparten de mí (el impuesto que debo pagar por unos ideales). No quiero una vida cómoda que me lleve a la estulticia, a la inoperatividad (qué daño han hecho a la capacidad de orientación e interpretación de mapas los GPSs para coches, bien llamados 'Ton-tón'), no quiero que ningún aparato electrónico me distraiga de los demás, me condicione y rija mi vida. No quiero estar ansioso, quiero ser paciente, no quiero ser desconfiado ni estar pendiente de si me llega o no un mensaje para saber si me quieren. Yo sé a quien quiero, y sé quién me quiere, y quienes me quieren saben cómo localizarme, aunque a veces renieguen un poco. Y si no me localizan, pues será que estoy ocupado, que estoy haciendo cosas, que estoy activo,..., o que estoy en el WC!, y podrán (sabrán) esperar. Y si por esperar pierdo oportunidades, o llego tarde a alguna emergencia... bueno, antes vivíamos así, y vivíamos. Además, no quiero gastar por gastar.

No pretendo convencer a nadie; es más, seguro que algunos me llamaréis exagerado al leer esto, pero si durante la lectura de esta entrada os han llamado al móvil pensad si habéis contestado directamente o si habéis esperado hasta terminar el texto para, después, atender la llamada. Pensad en situaciones en las que interrumpís conversaciones (interesantes) o tareas (productivas) por atender al grillo, por darle prioridad. Pero como digo, no pretendo convencer. Aun así, por favor, no insistáis, no quiero un teléfono móvil.



5 comentarios:

Esther dijo...

Ni que lo digas nen, yo me he quedado en el movil raspao y todo lo que empieza por ai- ya no se lo que es... aunque ese modelo que dices que incluye plancha de pelo mmmmm
Bueno yo al bichin si le encuentro alguna ventaja -el clásico 'y si tengo una emergencia- además de que tiene la posibilidad de apagarlo cuando quieras. Pero es cierto que estresa y que desde luego se puede vivir sin el. Deberíamos ser capaces de vivir sin el.
En fin que la paz interior no creo que dependa de tener movil o no, todo es apagable. Pero está muy bien que defiendas aquello en lo que crees, claro que si; quien bien te quiere, te dejará cagar!

Jesús dijo...

En efecto, la cuestión no es el grillo en sí mismo, la cuestión es el uso que se le da, como en muchas cosas.

Anónimo dijo...

Me parece perfecto si es una cuestión de principios, se llama personalidad y no dejarse arrastrar por lo que todos hacen. Y despreocupate, que quien te busque te va a encontrar en un fijo o en cualquier otro lado.
Con respecto al aparatito en sí, es como todo, depende más que nada del uso que se le dé. Es como internet con la web 2.0 y tantas otras cosas de la tecnología. Cuando un "me gusta" en el feisbuk reemplaza a una visita, a una llamada, o al menos a un comentario, ahí creo que algo empieza a fallar. SOmos demasiado comodos.
Ni idea que es whatsup, ahora busco,
FELICES FIESTAS
Saluds!
C

Eugete dijo...

Por fin he encontrado a uno de los mios, sinceramente creia que no existian pero veo que si, que si existen.
Me alegro profundamente.
Yo, nunca he tenido un movil, lo he usado en determindas ocasiones, vamos por obligación,pero en cuanto he podido lo he abandonado inmediatamente.
Los motivosson bien parecidosa los tuyos, siempre me he negado a que un aparatito me esté condicionando continuamente mi vida, me niego rotundamente. Veo a mi hija y mi mujer con el, y te digo la verdad, me extresan, es un sin vivir, siempre pendientes del puñetero cacharrito.
En fin, creo que ello/as se lo pierden, perder tanto tiempo de su vida a cuenta del puñetero cacharro.
Saludos.

Anónimo dijo...

El problema es que tanta tecnología no se ha traducido en más felicidad.Al contrario,hay más depresión y suicidios que nunca,sobre todo en los países "avanzados" .Personalmente recuerdo los setenta y ochenta como una época más sana pero existía,por ejemplo,una gran mortalidad en carretera.A mí no me gusta esta obsesión por los móviles,aparte que son cancerígenos y muy contaminantes.Pero parece ser que el diesel tiene la culpa de todo.Alberigo CARACCIOLA.Los Boliches.[MÁLAGA]