Nunca fui de jugar mucho en la calle, porque tampoco es que tuviera muchos amigos por mi barrio, y mi portal daba a una gran avenida con mucho tráfico, mis padres trabajaban y me pasaba todo el día en el colegio. Sólo frecuentaba a los vecinos de arriba; cogía mi caja de clicks y Airgamboys (éstos eran los malos siempre, por grandes y feos) y me subía a su casa a jugar.
Tampoco es que me hiciera mucha falta la calle, pues entre semana me pasaba entre 10 y 12 horas en un colegio con un patio de 1 kilómetro cuadrado (esa suerte que tuve), con columpios, pistas de futbito, campo de fútbol,…
Aun así, los fines de semana, mi hermano y yo jugábamos al Tour de Francia con nuestras BH subiendo y bajando los montículos de escombros del descampado al oeste de nuestro bloque,…, justo antes de que iniciaran la contrucción de lo que llamé "la gran muralla china", un bloque de ladrillo cara-vista de 15 alturas que cortó para siempre los atardeceres, las vistas de la ciudad, los Castillos de Fallas, la grada oeste iluminada del Mestalla, todo visto desde nuestra habitación del séptimo piso.
Con 6 años bajaba a comprar el pan a las 7:30 de la mañana. Mi hermano, 11 meses mayor, con 5.
Hoy leí esta noticia: Una generación de niños entre cuatro paredes
Y me acordé de lo que ya vengo pensando, y es cierto, ¿dónde están los niños? ¿escondidos? ¿retenidos? ¿secuestrados? ¿por qué nos los comemos cada vez que salen a la calle?.
Cada vez se ven menos niños por las calles, las pelotas ya no vuelan, las BH de paseo ya no circulan, los niños con suerte van en un asiento de plástico naranja o verde detrás del sillín de su padre o de su madre. Muchos crían panza a la par que desarrollan los flexores y extensores del pulgar (que ya hay enfermedades y patologías asociadas al uso y abuso de los videojuegos). Los niños ya no son niños, ya no se entrenan en las calles para ser mayores, pasan de ser niños a come-niños directamente.
Y a los padres un tirón de orejas: cuesta menos (sobre)protegerlos que educarlos, que prepararlos ¿verdad?.
Claro, que uno no es padre (que sepa), y no puedo hablar mucho; pero si alguna vez soy padre lo seré al estilo de la antigua Esparta, mi hijo/a no pasará toda su infancia embobadamente feliz, las pasará canutas, a ratos claro, tampoco es cuestión de martirizar, y tendrá que aprender a resolver situaciones; pero espero que tras “su entrenamiento” sí sea feliz, fiero, valiente, amable, buena persona, buen humano. Porque los porrazos se curan, las lesiones se superan, los traumas también, la idiotez grabada a fuego de entretenimientos (mentales) tecnológicos no.
Mucha gente dice que es que hay mucho pervertido, abusador, delincuente suelto. Mucha gente se olvida fácilmente de sus épocas de niño o adolescente:
-Con 10 años unos tipos nos sacaron unas navajas a mis hermanos mi primo y a mí. Huímos corriendo.
-Con 14 años un tipo dos cabezas más alto que yo me robó 235 pesetas y el reloj (que me había comprado con mis primeros ahorros de la paga semanal). Conseguí esconderle 2000 pesetas que eran de mi madre (volvía de comprar libros de escuela), pero a pesar de la "hazaña" no pude evitar un ataque de nervios y un derrame de lágrimas.
-Con 15 años dos tipos intentaron atracarme. Me resistí, sin violencia, pero con decisión, y no se llevaron nada.
-Con 16 años fue toda una panda de mechudos la que vino a atracarme. Esta vez opté (o mejor dicho, improvisé) por la actuación, me hice el borracho y me dejaron por imposible.
-Con un año y medio me quemé de tercer grado el 30% del cuerpo al tirarme un cazo de agua hirviendo para hacer Malta en la cocina.
Los accidentes, y los incidentes, pasan, en la calle y en casa, si encerramos a los niños en casa les estamos privando de, al menos, la mitad de todo lo que puedan aprender (además de evitar que se curtan al sol, o bajo la lluvia, y luego venga, al médico por culpa de unas decimitas).
Claro, que si tienen que estar en la calle se tienen que crear espacios para ellos. De ahí el artículo, en el que se dice que los niños estorban a las ciudades, y de ahí el título de la entrada, frase de una canción de Maná.
