Obligado salir un sábado por la noche, porque salen ellas, porque salen todos, porque hay que divertir-se...
Obligado a entregar, a hacer el trabajo, porque es tu responsabilidad, porque lo haces por ellos, porque es por tu bien, por tu futuro.
Obligado a estar bien, porque no hay que sufrir.
Obligado a pensar, porque no se puede estar sin pensar. Obligado.
Y de pronto una palabra: DESCANSA.
Y aquí me quedo, tocándome las... narices (sí, no puedo evitarlo, sigo siendo políticamente correcto y no voy a decir que aquí estoy tocándome las pelotas...). Porque sí, porque NO estoy obligado, ni siquiera a estar bien.
Y resulta que pienso solo para escribir estas líneas,
que no estoy mal, ni mucho menos,
que resulta que acabo de terminar un trabajo,
y que a lo mejor hasta va y salgo a divertirme... o no.
Porque obligación es presión si se le concede absoluta prioridad.
Porque cuando impera la calma, y la paz, surge la claridad... y el bienestar.
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