Todos los años, cientos de miles de ñues (o gñues) realizan largas migraciones por las llanuras de África oriental buscando pastos frescos para alimentarse. Esta especie de antílopes feos con cara de burro y cuernos de vaquilla forman largas filas en su marcha, caminando todos en la misma dirección hacia su destino, deteniéndose a comer y a descansar al mismo tiempo, cuando toca.
Érase que se era un ñu que un día se puso a pensar en el porqué de esas largas colas. A santo de qué tenía que ir con todos esos ñues malolientes y desgarbados, simplemente porque se había hecho durante miles de años y generación tras generación. Claro, que allí también estaban las ñues más bonitas. El fin era obvio, buscar comida, él también quería eso, pero por qué ir por donde la fila ordenase? por qué seguir siempre la misma ruta? no habían caminos más cortos? más bonitos? más fáciles? menos peligrosos?. Pensaba, pero seguía la marcha en fila. Hasta que la fila se detuvo en un río. Casualmente él estaba en la parte delantera ese año y llegó de los primeros. Allí abajo, en el río, les esperaban Cocodrilo Pérez and family...
...Todos los años la misma historia. Todos quietos, mirándose, hasta que el primer ñu saltaba al agua. En seguida los de detrás le imitaban, y en un momento ya no había forma de dudar, porque los de detrás empujaban. La fila se había puesto en movimiento. Por supuesto sólo unos pocos ñues caían en las fauces de Pérez y sus 8 cocdrilitos de 3 y 4 metros cada uno, pero nuestro ñu se negaba a ser uno de esos pocos simplemente porque se hubiera estado cruzando por ese punto del río año tras año.
La suerte de ir de los primeros le permitió hacerse a un lado y dejar que la gran masa se zambullera en las aguas. Decidió remontar un poco el río por la orilla. Allí abajo Pérez enganchaba a una bonita hembra (una lástima). Apenas un par de kilómetros más arriba, nuestro ñu encontró un vado por donde cruzar el río. La escasa profundidad en ese punto le permitió cruzar sin tener que nadar, a parte de que si aparecía algún miembro de la familia de Pérez lo vería con mayor facilidad. Así pues el ñu cruzó tan campante. Volvió río abajo por la otra orilla y justo allí estaba aun pasando la manada por el mismo punto, como todos los años.
"Tres, llevo tres", decía uno de los hijos de Pérez...
...Tras unos días de marcha la fila llegó a los deseados pastos. Y tras la larga marcha empezaba el festín de los ñues. Pero nuestro ñu estaba intranquilo. Por un lado se sentía orgulloso de sí mismo por la decisión tomada en el río. Había roto la costumbre, se había salido de la fila, de la norma, de lo que tocaba, y no le había ido nada mal. Aunque claro, igual habría sido capaz de sortear a Pérez por el sitio habitual. Pero no, había hecho lo correcto. La iniciativa, la originalidad, ser atípico, individual, depender de uno, tomar, sus propias decisiones, especialmente las que afectan a su vida, al fin y al cabo quien si no iba a luchar por su vida sino él. Así que decidió que ir por su cuenta y se alejó de la fila, de la manada.
Al cabo de unos kilómetros de marcha encontró unos pastos fresquísimos, vírgenes. Miró alrededor, ni un ñu a la vista, ni una molesta cebra, ni un saltimbanqui impala alrededor. Todo el pasto para él!. Y además sin ruidos, sin el olor de cientos de miles de congéneres defecando,..., el paraíso. Cada vez estaba más contento de su decisión, mejor sólo que mal acompañado...
Berta la leona estaba desesperada, tenía a tres cachorros que alimentar y llevaba 2 semanas sin probar bocado. "Mira por dónde!, qué hace ese imbécil ahí solo, jeje, nenes, preparaos para la merienda". Unos 20 metros arrastrándose con cautela por su espalda, otros 20 de explosiva carrera y nuestro ñu fue historia, o mejor dicho, merienda de leones. No había más ñues. De haber habido más, seguro que alguno habría visto a Berta y habría salido zumbando espantando a los otros; pero ese imbécil que ahora llenaba su panza estaba solo, y había sido presa fácil.
(JT 30/9/2003)
Moraleja: Ya tu sabes...